viernes, 28 de agosto de 2009

¿En Venezuela, hay participación de la gente en los conflictos y en las luchas políticas o hay simplemente una actividad política?

A propósito de la “Autonomía” en los Consejos Comunales
No hay en Venezuela rinconcito donde no se sepa de los Consejos Comunales; se encuentran recientemente por doquier artículos de opinión sobre el autogobierno como característica principal de estas figuras, sobre los desembolsos cuantiosos del Estado para financiar sus proyectos, en fin, figuran como punta de lanza en el proceso revolucionario venezolano. Pero, me pregunto si esta iniciativa que aparentemente surge del Estado es capaz por sí misma de instituir nuevos modos de lucha con un fundamento político ideológico, apuntado a construir caminos y espacios de libertad y justicia, o simplemente se han ejecutado (dónde se ha logrado) como condición impartida de una línea gubernamental para administrar los bienes y servicios medianamente necesarios para vivir mejor.
Primero ¿por qué “aparentemente”?, ¿no está bien claro que fue una Ley emanada e impulsada desde las alturas del gobierno central?, a mi juicio esto no está claro, el tiempo histórico-social en el que se empezaron a gestar, o por lo menos a configurar como más posibles, estuvieron impregnados de intensas aptitudes altaneras. Orgullosos del viraje que dieron las políticas en el país, mucha gente participó voluntariamente y con intensa alegría y determinación, sin dejar el coraje de lado, de las Unidades de Batallas Electorales (UBE), que entre la paranoia propia de las luchas electorales y la identificación entre camaradas, se compactaron verdaderos grupos de lucha política y debate ideológico. Estas UBEs demostraron, no por el triunfo del NO en el Referéndum Presidencial del 2004, sino por la madurez y consistencia en la lucha política que se organizó para el momento, que el rumbo de las gestiones públicas definitivamente estaba en manos del pueblo, no importa del bando que sea. Fue una de tantas manifestaciones de deseo del pueblo. ¿Deseo de qué?

La respuesta pudiera estar en la transformación de estas Unidades de Batallas Electorales en Unidades de Batalla Endógeno Social (UBES). Cierto es que hubo tal transformación a partir de las intensidades suscitadas en éstos grupos de UBE, aparecieron nuevos organizadores de sentido, se empezaron a crear nuevas ideas en el seno de estos grupos, en torno a su papel en las gestiones públicas, explica Ana María Fernández[i] que “los nuevos organizadores de sentido y las prácticas sociales que los hacen posibles refieren a lo imaginario radical instituyente que da cuenta de los deseos…esta dimensión radical de los imaginarios sociales en sus instancias o momentos instituyentes da cuenta de las líneas de fuga de deseos que resisten la captura de los dispositivos de disciplinamiento social”. Así se visibilizaba el deseo de las comunidades de tomar, aunque fuera parcialmente, el poder de gobernarse.

Sin embargo estas UBES no cuajaron, diferentes razones no permitieron su legitimación, pero algo quedó, las significaciones imaginarias sociales que se generaron circularon, y siguen estando, latiendo, insistiendo para existir en cada barrio de esta gran nación. A mi juicio son las que permiten el nacimiento de los Consejos Comunales, porque fueron las que se empeñaron en resistir el disciplinamiento desde los Consejos Locales de Planificación Pública, que en otrora fuera la institución gubernamental que les daba piso legal. Pero no fue mucho el tiempo que se mantuvo esta ligazón de obediencia, pues siguieron insistiendo las significaciones imaginarias sociales, que parecen susurrar “el poder está en el pueblo”, dinamizando voluntades de autogestión, horizontalidad, democracia directa y autonomía.

Dice Cornelius Castoriadis[ii] al respecto: “el conjunto se instrumentaliza, se utiliza por un sistema que en sí mismo es anónimo. Todo esto no surge de un dictador, o de un puñado de capitalistas, o de un grupo de formadores de opinión: es una inmensa corriente histórico-social que va en esta dirección y que hace que todo se transforme…”; y fue así el imaginario social de la población fue dando cabida a las nuevas formas de gobierno, todo en ese tiempo RESPIRÓ JUNTO, sopló significaciones en la misma dirección.

Desde estas lógicas pareciera haber gérmenes de lucha política, pero no parecen ser tan intensas como para que haya asambleas más numerosas en los Consejos Comunales, poquísimos asumen este rol de asambleístas, ¿será que la revolución quedó con sentidos a media?, ¿existirá actualmente en Venezuela un “vaciamiento de sentido de los proyectos emancipatorios revolucionarios”[iii] y una “insignificancia de los proyectos progresistas”?. Para elucidar sobre esto primero delimitemos el contexto en el cual se inscriben mis reflexiones.

Para mí, revolución es sinónimo de Autonomía, esa que se nutre y se funda en la idea de que el ser humano es un ser capaz de hacerse cargo de sí mismo, es decir más humana, en el sentido que valora el potencial de la gente y no la menosprecia concibiéndola como cuerpos dóciles para su vigilancia y castigo.

Cornelius Castoriadis[iv] bien plantea la cuestión, en su texto “La Institución Imaginaria de la Sociedad” contraponiendo autonomía a la heteronomía, concibiéndola en y desde el conjunto, donde un movimiento histórico de los sujetos arriban a una autoinstitución dándose su propia ley. Una ley que surge de la autocreación de la sociedad, valiéndose de la praxis, y que no reconoce fundamentos externos al conjunto social. Esto implica restarle legitimidad a las instituciones tradicionales del Estado, en el sentido de que no puede haber verdaderamente autonomía en los pueblos si son “otros”, desde afuera, quienes deciden y emanan ley, normalizando la vida social.

Así ha sido, el derecho ha sido siempre, tener derecho a ser gobernados, a “elegir” quienes nos gobiernan, y encierro elegir entre comillas porque ni siquiera eso lo podemos hacer, porque la propaganda manipuladora y engañosa de los partidos políticos son verdaderas máquinas alienantes, que construyen una realidad paralela a la del conjunto social, que puede ser que se aproxime pero no es, no es porque no nace del conjunto, porque no fue el conjunto social quien creó sus condiciones, formas y fundamentos.

Estos partidos y las instituciones gubernamentales se encargan de instituir en el pueblo discursos de verdad, que como Foucault refiere en su clase del 14 de enero de 1976, ese poder produce efectos de verdad. Dice Foucault[v] “el poder nos somete a la producción de la verdad y sólo podemos ejercer el poder por la producción de verdad”. En este sentido el poder reside en el pueblo mientras sea éste quien produzca sus significaciones sociales, sus verdades.

Para entender al poder, dice Foucault que “no debemos considerar el poder como un fenómeno de dominación de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre los otros, de una clase sobre las otras”[vi] . El poder, debe analizarse como algo que “circula o, mejor, como algo que sólo funciona en cadena”… “El poder funciona. El poder se ejerce en red y, en ella, los individuos no sólo circulan, sino que están siempre en situación de sufrirlo y también de ejercerlo. Nunca son el blanco inerte o consintiente del poder, siempre son sus relevos. En otras palabras, el poder transita por los individuos, no se aplica a ellos”.

Entonces, el poder funciona, existe a razón del sentido que deviene de un magma de significaciones sociales, producto del imaginario social radical[vii] que las inventó. Ana María Fernández[viii] destaca en este sentido que “muchas prácticas sociales…tienen en cada sociedad su sentido en relación por ejemplo con la legitimación o no de un poder sólo si despliegan su solemnidad en los cercos de sentido que producen sus universos de significaciones imaginarias”. Es decir, que la participación en las políticas públicas por parte de las comunidades dependerá de que sus significaciones imaginarias legitimen éstas prácticas, dándole sentido, y en el caso de los Consejos Comunales dándole sentido al poder en el marco de una autonomía.

A juzgar, estos imaginarios sociales no han forjado el orden simbólico referido al cuestionamiento de la heteronomía, y a los viejos esquemas de gobierno representativo; pues las acciones (me refiero a la poca participación en las asambleas de los Consejos Comunales) indican que las significaciones que laten permiten aún su legitimidad, restándole fuerza a la Autonomía e imposibilitando por supuesto las luchas sociales para conseguirla.

Entonces, la creación de la Autonomía tiene que pasar por el cuestionamiento de la institución de la sociedad, de esos modos de gobierno populistas que se instituyeron y que aún son legítimos; de la representación del mundo y de las significaciones imaginarias sociales que éste porta. Se necesitan entonces individuos capaces de cierta autonomía, es decir, capaces de cuestionar la ley social y también a sí mismos. Este cuestionamiento se hace en una lucha con y contra el viejo orden, el orden heterónomo. Y más que la razón, que estas razones, las producciones de los imaginarios sociales a razón de la Autonomía, generarán estas significaciones que darán paso a las luchas por ella, porque éstas interpelan a las emociones, las voluntades, los sentimientos; que por último es lo que verdaderamente promoverán las formas que adquirirán los comportamientos, son las formas en que el deseo se anuda al poder.Puedo concluir que en Venezuela, probablemente no haya a gran escala la participación de la gente en los conflictos y en las luchas políticas, que todavía la participación la obliga una actividad política para administrar bienes y servicios básicos necesarios para mejorar las condiciones de vida; pero estoy segura que la sociedad a la que pertenezco, contiene hoy, los gérmenes de una Autonomía.

[i] Fernández, A.M. Las Lógicas Colectivas. Editorial Biblos. 2008.
[ii] Castoriadis, C. El Avance de la Insignificancia. Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1997.
[iii] Fernández, A.M. Lógicas Colectivas, Subjetividad y Política. En Insignificancia y Autonomía. Debates a partir de Cornelius Castoriadis. Psicoanálisis, filosofía, arte, política. Ed. Biblos. 2007.
[iv] Castoriadis, C. La Institución Imaginaria de la Sociedad. Tusquets Editores. 2003.
[v] Foucault, M. Defender la Sociedad. Curso en el Collage de France (1975-1976), Clase del 14 de enero de 1976. FCE. 2001.
[vi] Foucault, M. Defender la Sociedad. Curso en el Collage de France (1975-1976), Clase del 14 de enero de 1976. FCE. 2001.
[vii] Imaginario social radical, concepto acuñado por C. Castoriadis, quien destaca que es una instancia de creación del modo de una sociedad, dado que instituye las significaciones que producen un determinado mundo.
[viii] Fernández, A.M. Las Lógicas Colectivas. Editorial Biblos. 2008.
Elaborado por: Carolina Árias Adrián

1 comentario:

  1. Muy bueno el artículo. Si, es así como dices... lamentablemente el fantasma del gobierno representativo aún opaca a Venezuela y bueno, considero que pasarán muchos años para que la colectividad asuma este nuevo paradigma de la participación; bueno, esto si entiende la necesidad de participar activamente en solventar todo aquello que los atañe.

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