sábado, 16 de mayo de 2009

"Los Doctores de la JUNIVERSIDA". Texto de mucho desagrado para quienes no quieren cambio reales.

Eran tiempos de universidad, o mejor dicho de formación académica, intelectual y humana, cuestionando las actitudes de quienes encierran y bordean el exclusivo circulo de los “intelectualosos” que leen con la intención firme de diferenciarse de aquello amorfo llamado masa, donde la categoría pueblo queda execrada del vocabulario cotidiano, y en ultima instancia se utiliza, para hablar de algo que “nos interpela desde lo masivo”, diría en este caso el filosofo Barbero. Y es que el mismo Rama, en su texto “La Ciudad Letrada”, nos expone y nos explica, cómo la enfermedad de la letra, se adueña de quienes consideran que son los únicos amos y constructores de la llamada civilización. Para ellos la modernidad y el prestigio se encuentra, no en las letras, sino en la soberbia y la arrogancia que se expresa en el desprecio a quienes ellos consideran “analfabetos”, alejados del cenáculo de los que leían los textos elaborados por la modernidad Europea.

El mismo Simón Rodríguez, criticó fuertemente, en la primera mitad del siglo XIX, a quienes viajaban a Europa y regresaban asumiéndose como parte de una “estirpe”, que se alejaba de la idiosincrasia americana. Pero las advertencias elevadas desde entonces fueron a parar a oídos sordos, reforzándose por el contrario la concepción dominante de quienes tenían dominio de las letras.

Y es que en la actualidad nos encontramos de nuevo en un proceso de formación, que en realidad nunca acaba, en el que sería pertinente preguntarnos para qué o para quién, por qué y con que fin nos formamos, puesto que en definitiva debiéramos deslastrarnos de la concepción ilustrada que durante siglos ha tenido la universidad. Recuerdo que en una de esas etapas de conflicto mental (de-formativa), me cayó en las manos un articulo que escribió, fusiló, cortó y pegó o simplemente creó aquel compañero de textos y trabajo, llamado Daniel Moreno, quien me aseguró esa era su concepción de lo que entendía por Universidad. Cuestión que a mi criterio está cargada de un fuerte valor sentimental y de un alto compromiso con quienes durante años compartieron su entorno. Quisiera compartir este texto con ustedes, ya no como crítica a otros, sino con el fin de que seamos nosotros quienes nos veamos en las líneas que se convierten en espejo de una realidad que debemos mantener al margen. Bella cara cundida de pueblo, pero no holgazana, no ociosa, ni mucho menos pasiva, internalizando que formamos parte de la construcción colectiva (no individual) y que el disfrute, lectura y análisis de grandes textos deben contener alguna viabilidad práctica que contribuya a cambiar radicalmente las relaciones sociales de dominación que aun se mantienen en nuestro país. Por ello, diría Juan Bimba:


No jilé compaí, cuando andaba puya, en mi pueblo bonitico,
Soñaba con vení pá la kapital pá sel dotor de la JUNIVERSIDAD pa ayuda mis paisanos,
Cuanto chillé como sute chiquito, por está lejos de mí jente, de mis paramos y mis frailejones,
Pu qué to los diaz me pirdia entre carros metros y cornetas,
Harta jente por toitos laós,
Chinos groseros y mal hablaó por donde quiera los vía,
Unaz callez largas y casa altototas que yo ni sabia ni por donde intrar,
Pero lligué a la JUNIVERSIDAD compa a incontrar los inteleituales que si me iban a enseñá,
Pá algun día dejá de se un don naiden y ayuda mi jente a se educaó como en la kapital,
Cominze a ver mancebos de toitos los otros estaos, la mayoria tan di pueblo como lo soi yo,
Aprendí a querelos pu que se lo han ganaó, unos mas qui otros pero igual si dan,
Pur il contrario los inteleituales cuando saludaba esos jipatos culiapretao no voltean ni a mira,
Ellos se sienten importantes por i que saben mucho aunque no les silve pa ná,
Ni al primer jodío los he mirao ayudando, mas bien les dan asco y le pasan a un laó a uno,
Pu que mi mama vieja sin pode estudia me enseño a se jente y me inseño a amar,
Amar a mi jente y amar a mis montañas amar a mi vida y ayudá a los dema,
Despue qui vi esto y pa no abandona aguante callao pa pode acaba,
Esta payasá de queré se educao al lao de jente que yo tengo que educá,
Hoy a dios padre doi gracia pol podé aguanta hoy ya tirmine,
Aunque no aprendí mucho de eso de inteleitual,
Me alegro qui conocí jente guena, mis compañeroz di clase con los qui voi a contá,
Pá contrui una patria grande de iguales y justos ante la humanidá,
En dondi los inteleituales de la JUNIVERSIDAD de seguro no quieren ni entrá,
Por que lis daría salpullio el estar con el pueblo y aprende a amar,
No sere dotor, ya no me interesa, sigo siendo pueblo,
Por qui esos dotores disque saben mucho y no saben ná,
Mas sabe mi mama vieja que apunta e ternura me dio,
Lo qui a esta jente naiden les dará,
Y de virdad disculpen si comito errores,
Igualito ustedes me van a despreciá.
JUAN BIMBA.
Elaborado por: Carlos Rivas.

Lo formal y lo correcto. Karlita y sus batallas contra la gramática.

Consideramos pertinente agradecer a todas las personas que nos han brindado su apoyo, sus comentarios y sus particulares apreciaciones, acerca de esta intención de dar vida a un espacio que nos permita revisitar esos escenarios donde la duda antecede a la certeza y el error nos provoca cierto estupor. Todos aquellos que estamos envilecidos por la indomable belleza de la gramática, siempre apostamos por la búsqueda de una posible explicación para cada caso, para cada respuesta que salta sin el convincente y respectivo análisis. Cualquier texto[1], por extraordinario que sea su contenido, se verá empañado cuando los más elementales rigores de nuestra lengua hayan sido vilipendiados. No se trata, como erróneamente pudiera pensarse, de una iracunda defensa de la llamada lengua culta o de la insostenible alegoría por cierto puritanismo a la hora de desenfundar las palabras. Nuestra limitada pretensión se circunscribe a esos ejercicios cotidianos a los que todos estamos expuestos. Esa es la primigenia voluntad sobre la cual reposarán estas líneas.

Lo formal y lo correcto.

En disímiles ocasiones se confunde lo formal con lo correcto. Esto casi siempre sucede porque suele pensarse que la posible formalidad de un texto, lo alejará de cualquier improperio agramatical. Por esplendoroso que parezca el uso de determinadas formas, no siempre se está exento de cometer algunas atrocidades que involucran, entre otros escenarios, lo morfológico, lo sintáctico y, como es natural, lo semántico-conceptual. Veamos algunos ejemplos para tener una mayor claridad sobre lo que enunciamos:
En esta exhaustiva investigación, hemos trabajado, los doctores Umile Aldana, Felipe Escalante, Carlos Bernal y mi persona.
Doy certeza de que todas las personas involucradas en el accidente salieron ilícitas, aunque habemos algunos con ciertos hematomas.
Nadie puede negarlo: ahora es más fácil accesar a Internet.
Creo que a grosso modo esta es la síntesis que puedo mostrar.
Vas, hablas con Eleany, la joven de la indescifrable sonrisa, y aperturas la cuenta.
Leí, en la prensa, que habían muchos árboles caídos.
En relación a este informe, todo parece perfecto.

Cada una de estas sencillas oraciones, contiene algunas de las más frecuentes incongruencias utilizadas, ya sea en el escenario de la escritura o de la oralidad. Más allá de sopesar si incurrimos en estas fallas, es necesario advertir que las mismas son una suerte de primer eslabón para la incursión en los resbaladizos estamentos de las anomalías gramaticales. El uso de estas formas terminan fortaleciendo no sólo un nefasto circunloquio de incoherencias sino que también han venido a instaurase como correctas, o al menos así lo consideran quienes usan a mansalva tales improperios. Es frecuente leerlas y sobre todo escucharlas en distintos ámbitos. Por lo general son estos espacios en donde adquieren cierta validez. Como es lógico, resulta imposible pensar que elaboremos un muestrario más amplio que nos permita revisar las tantas desviaciones escritas o escuchadas a diario. Esta lacónica lista sólo pretende ver el posible error en el que podemos incurrir. En la lista anterior podemos observar, principalmente, el indebido uso de:
“mi persona” (atrocidad muy frecuente en disímiles ocasiones)

En este caso, lo correcto sería simplemente escribir o decir: “los doctores y yo”. Nada más. No hay que complicarse tanto, pues la utilización de “mi persona” conduce a una innecesaria redundancia. Por amor a Cristo, no usen, no utilicen, no escriban, no digan “mi persona”. De igual manera, aunque parezca un chiste de mal gusto la sustitución de “ilícitos” por “ilesos”, da cuenta de un desafinado oído que pretende suplantar un campo semántico por otro. Incurriendo en la ruptura del posible entendimiento. Eso sucede cuando, si saber qué significa una palabra, pretendemos utilizarla para que le dé brillo a nuestros textos. Un brillo que termina siendo una nefasta sombra, pues debemos tener cuidado y siempre, no duden de ello, será más confiable la opción de utilizar las palabras que conocemos a cabalidad. “Accesar y aperturar” son sustantivos que han desembocado en injustificadas formas verbales. Es frecuente que ocupen el lugar de las gramaticalmente correctas, “acceder” y “abrir”. De la misma familia podemos leer o escuchar: “agendar”, y otra aún más escabrosa: “adecentar”.

Como podrán notar, la lista es infinita y por esa razón es prácticamente imposible auscultar cada caso. De nuestras oraciones también ha faltado la explicación para el uso indebido de “habemos”, el plural de “habían”, y los ejemplos donde se usa, de forma equívoca, una preposición por otra. Sobre ellas volveremos en el próximo número. De igual forma nos queda pendiente la interrogante planteada, por Karlita, mi sobrina, respecto a si es correcto atribuir un femenino al sustantivo “chofer”. Pero el tiempo medido en palabras siempre resulta una indescifrable ecuación de inescrutables caminos. Así que, a trabajar para resolver esos asuntos lo más pronto posible. Esos asuntos que dan cuenta del fascinante mundo de juntar, con cierta coherencia, algunas palabras.


¡HASTA LA PRÓXIMA!


[1] Cuando hacemos mención de la tipología “Texto”, hacemos referencia principalmente a la realización escrituraria de la lengua. Estaremos, en consecuencia, dando cuenta de prerrogativas relacionadas con el ejercicio de la escritura. Cuando corresponda al habla, es decir, a la oralidad, esto será señalado para evitar caer en innecesarias confusiones.