lunes, 20 de julio de 2009

Historia e Identidad II


Nuevas propuestas y reflexiones


Hace algunos años en la historiografía latinoamericana, se viene discutiendo en torno a nuevas formas de hacer historia. Al respecto, nos parecen relevantes los planteamientos de la llamada “Nueva Historia” realizados en un primer momento por J. Le Goff y P. Norá alrededor de la década de 1970, pertenecientes, según algunos historiadores a la tercera generación de la Escuela de los Annales. Resulta innegable la influencia que esta escuela historiográfica ha ejercido sobre la investigación latinoamericana, no obstante sus propuestas nos remitan a modelos teóricos y categorías analíticas foráneas, ajenas, quizá, a la realidad latinoamericana; pero que han servido de sustento para el levantamiento de teorías y propuestas propias, como la desarrollada por la Microhistoria mexicana, la historia regional y la Nueva Historia social latinoamericana.


Entendiendo que el hablar de Nueva Historia latinoamericana resulta demasiado amplio, nos centraremos en desarrollar cómo la Nueva Historia social está sirviéndose de fuentes alternativas, que le permiten enriquecer y ampliar sus análisis respecto, específicamente, a la cuestión de la identidad y a su vínculo con la historia. En este sentido, consideramos fundamental comprender la importancia que han adquirido la “memoria” y sus relatos, como fuente que permite desentrañar sentidos y concepciones locales sobre la propia historia.


Respecto al concepto de memoria, es preciso aclarar su carácter múltiple. Es decir, la existencia de distintas memorias, tanto en lo colectivo como en lo individual, que se construyen en una relación dialogante/antagónica, desigual y no siempre consciente entre lo occidental y su discurso modernizador, y los elementos tradicionales o propios de lo local.


Trataremos de entender un poco, en primera instancia el concepto de memoria enmarcado en algunas lecturas y discusiones, pero tomando en cuenta las apreciaciones expuestas en el texto de Josefina Cuesta, La odisea de la memoria (2008). Ésta autora hace referencia a que hay que hacer una distinción importante entre lo que es memoria personal y memoria histórica, puesto que una forma parte propiamente dicho, de una gama de memorias, como por ejemplo la familiar, la sindical, nacional, oficial, política, etc. Mientras que la memoria histórica, es una elaboración posterior resultado de un arduo trabajo de explicación y comprensión” (Cuesta; 2008: 13). En el mismo texto la autora hace referencia a que es Halbwachs, quien introduce el término (memoria), a la investigación de las ciencias sociales, pero que además pone sobre el tapete una polémica entorno a lo que es la memoria y la historia, en cuanto que para ésta, la memoria no es más que todo lo que fluctúa, lo concreto, lo vivido, lo múltiple, lo sagrado, la imagen, el afecto lo mágico, mientras que la historia se caracteriza por su carácter exclusivamente crítico, conceptual, problemático y laico (Cuesta; 2008: p. 34).


En este momento surgen algunas interrogantes alrededor de las visiones que se tienen en torno a la memoria y la historia. Por un lado, podríamos asegurar que la memoria no es sino parte de las fuentes con las que se reconstruye la historia, y que por tanto, ésta última es la que determinaría la transformación de ese relato de la memoria en historiografía. Aquí nos detendremos un poco, para exponer algunas posturas metodológicas sobre el uso de la memoria como fuente. Por un lado, tenemos la “perspectiva reconstructiva”, que entiende a la memoria como fuente fidedigna, un conjunto de “recuerdos” que configuran un relato, el cual es tratado como un documento “objetivo”, que nos informa sobre los hechos “tal cual como sucedieron”. La memoria entonces sería una especie de “cajita de recuerdos”. Otra visión, es la de la “perspectiva interpretativa”, la cual entiende a la memoria individual como una fuente cargada de subjetividad que contiene en sí misma elementos como juicios de valor, sentimientos, percepciones, etc., por lo que debe ser interpretada por el investigador y contrastada con otras fuentes. Por otra parte, la(s) memoria(s) colectiva(s), tampoco es (son) neutra(s), es decir, tiene(n) usos e intenciones políticas, históricas y culturales, que pueden provenir de una oficialidad o de algún sector de la sociedad que la(s) genera(n). Por ello, también debe ser sometida a interpretación, contraste/diálogo con otras fuentes.


Un ejemplo de cómo la memoria enriquece los nuevos análisis historiográficos, lo encontramos en el “paradigma indiciario” planteado por C. Ginzburg. Con esta idea el autor sostiene que el investigador debe considerar y valorar los elementos latentes en las fuentes. Es decir, las omisiones, silencios/silenciamientos, etc., los cuales deben ser develados por el investigador, el cual debe rastrear a manera “detectivesca” estos elementos que pueden contribuir a su análisis.
Es importante destacar que la Nueva Historia social, fundamenta su análisis en la interpretación de la memoria, sobre todo en el ámbito de construcción y teorización de la (s) identidad (es). Al respecto, la reflexión de Canclini en torno a las Culturas híbridas[1], nos ofrece un acercamiento más sólido que nos permite entender la multiplicidad identitaria de América Latina. Este autor identifica cuatro aspectos fundamentales para comprender la construcción de la (s) identidad (es) latinoamericana (s):


1. Temporalidad: la identidad históricamente construida y no substancial.


2. Territorial: como expresión de la formas imaginarias en que se vive la relación con un territorio.


3. Híbrida: composición multicultural afectada por lo local y lo foráneo, y que “define” lo identitario de un pueblo.


4. Transnacional: incremento de los componentes transnacionales, dentro de la constitución identitaria de un/los pueblo (s).

Eduardo Devés (2005), complementa este planteamiento señalando que hablar de identidad latinoamericana, es una tarea osada puesto que podríamos decir, que por el contrario existen identidades múltiples que se identifican con lo campesino-mestizo, con lo originario-indígena, con lo urbano-subdesarrollado, con lo latino, etc.; todas en el marco de un devenir histórico común.
Podemos plantear algunas consideraciones finales reflexionando entorno a algunas ideas expuestas por el historiador Gabriel Salazar, quien propone la inversión de la relación Historia/Identidad. Es decir, que ya no sería la Historia la “gran constructora” de identidad, sino que esta última interpelaría a la historia (historiografía), para que efectúe un giro epistemológico que le permita condensar y reconstruir una historia que contenga en sí misma “sentidos” que los sujetos le otorgan a sus experiencias, tomando en cuenta la particularidad social en la que se desarrollan las múltiples cosmovisiones locales. Siguiendo con esta idea, Salazar (2005: 527), concluye que es altamente probable que la historia social desarrolle más sus relaciones verticales con la base social-sobre poblada de sujetos desgajados internamente de la estatalidad- que sus relaciones horizontales con la institucionalidad estrictamente científica. Por ello se requiere de un cambio epistemológico que socialice la historia (historiografía), de manera tal que esta considere las valoraciones y énfasis que proponen los sujetos, es decir, lo que ellos quieren incluir en este “gran sentido” que podríamos catalogar como identidad (es).


Con socializar la historia nos referimos a reinterpretar el devenir histórico de los pueblos, derrumbando el paradigma totalizante que en algún momento pretendió homogeneizar la identidad y el pensamiento de lo(s) latinoamericano(s). Este cambio debe ser de carácter epistemológico, es decir, apuntar hacia la concepción misma de la investigación y la producción de conocimientos. Debe buscar teorizar en torno a la particularidad (es) de los sujetos latinoamericanos, proponiendo nuevas categorías analíticas lo suficientemente ricas para abarcar este universo variado, múltiple y, a la vez, atravesado por una historia común, llamado Latinoamérica.


Elaborado por: Eyleen Faure y Carlos Rivas.



Bibliografía:


· Barbero, Jesús Martín, “Ideología: Los Medios como Discurso del Poder” (Parte I), en Oficio de Cartógrafo. Travesías Latinoamericanas de la Comunicación en la Cultura, en “Industria Cultural y espacio público en América Latina, material de estudio curso: Pensamiento político latinoamericano”, Magíster en Historia y Ciencias Sociales, Profesor Carlos Ossandón B.
· Briceño, José M. El laberinto de los tres Minotauros. Monte Ávila Editores. Caracas. 1997.
· Cuesta, Josefina. La odisea de la memoria. Editorial Alianza. España. 2008.
· Devés, Eduardo. Identidad Latinoamericana. En Salas, Ricardo (com.) Pensamiento critico latinoamericano. Conceptos fundamentales. Tomo II. Ediciones de Universidad Católica Silva Henríquez. Santiago. 2005. Salazar, Gabriel. Historia. En Salas, Ricardo (com.) Pensamiento critico latinoamericano. Conceptos fundamentales. Tomo II. Ediciones de Universidad Católica Silva Henríquez. Santiago. 2005.
[1] Este concepto se centra particularmente en la incertidumbre acerca del sentido y el valor de la modernidad que deriva no sólo de lo que separa a naciones, etnias y clases, sino de los cruces socioculturales en que lo tradicional y lo moderno se mezclan.