domingo, 19 de julio de 2009

¡Me mentistes, me engañastes, me dijistes!

Las posibilidades de incurrir, de forma inconsciente, en ciertas galimatías, es una eterna preocupación de quienes pretenden exponer sus ideas con la mayor claridad posible. Por esta razón, las modestas indagaciones que desde aquí impulsamos, tienen como principal propósito, tratar de reducir a su mínima expresión cualquier anomalía que, como todos sabemos, impiden que se hagan más plausibles los espacios de interacción social. Esto, claro está, asumiendo que priva sobre nosotros la intención de entender y darnos a entender con la mayor gramaticalidad posible. Si tenemos la voluntad de auscultar, de forma reiterada, esas dudas que tanto hacen deslucir lo que buscamos transmitir, es muy posible que alcancemos esta meta. Tal afirmación cobra mayor fuerza cuando somos parte del proceso de formación de otras personas. Es decir, cuando estamos vinculados de manera directa con aquellos que también desean ser parte del fascinante mundo de nuestra lengua. En el caso de quienes escogieron, por voluntad propia, el camino de la enseñanza, esta aseveración no es una opción sino una obligación. Es de suma importancia que tengamos la suficiente voluntad para mejorar estos aspectos día a día.

De igual manera deben hacerlo los que tienen una relación permanente con el universo en donde hablar o escribir, de forma correcta, ponen en evidencia su capacidad profesional. “Leer es comprender, si no hemos comprendido, pues no hemos leído”, afirma con certera contundencia el maestro Simón Rodríguez. He allí la importancia que debemos darle a esos primeros pasos. En cuanto mayor dominio tengamos de las reglas más elementales de la gramática, mayores argumentos tendremos para llegar a escenarios mucho más complejos. Estas recomendaciones las hacemos, principalmente, para quienes muestran un particular interés por resolver algunas dudas. Desde aquí escribimos para todas esas personas con las que tuvimos el placer de compartir un aula, un café o una cerveza. Permanecen intactas las inolvidables jornadas de trabajo con grupos de estudiantes en nuestra Casa de siempre: la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Podemos escribir con mucho orgullo, que parte de esos inquietos soñadores, ya son profesionales dispuestos a dar lo mejor de sí y así seguir demostrando que nunca se quedarán pasmados ante la cómoda mediocridad que intenta medio resolver las cosas con trasnochadas tropelías.


Lo que hoy trataremos de explicar es un asunto muy puntual. Se refiere a una forma agramatical que, con mayor recurrencia, escuchamos se ha expandido por todos lados. Nos referimos a la innecesaria incorporación de una “s” final para la segunda persona (singular), del pretérito perfecto simple (modo indicativo).

Veamos algunos ejemplos:
Estoy seguro de que me mentistes.
Me dijistes que no me olvidarías.
Ay, vale, me dejastes con la duda



Como podemos observar, nos da la impresión de que, al escribir oraciones que involucren este error, se puede percibir su incongruencia con suma facilidad. El mayor problema o la proliferación más frecuente, parece estar en el habla, es decir, en el mundo de la oralidad. Lo más preocupante es observarlo de manera constante en algunas series o programas de televisión, pues desde allí, como es lógico suponer, se proyecta hacia cualquier lugar. Por cierto, cuando se ha interpelado a algún responsable de estos bodrios, en la selecta y muy erudita constelación de explicaciones que hemos escuchado, destaca aquella donde señalan que, “ellos diseñan sus personajes tal y como los encuentran en la calle”. También afirman que “de no mostrar a sus personajes tal y como son, los haría lucir poco creíbles y hasta falsos”. Esto es algo que sin duda preocupa, pues su alcance es tremendo y en muchos casos termina haciéndonos creer que ésa es la manera correcta. O peor aún: parece que la gente, a la que ellos hacen referencia, son los más humildes. Claro, los ricos jamás cometerían este tipo de barbaridades. ¡Soberana estupidez!.

Pero, como nuestra intención no es escribir tratado que permita saber quién es el culpable de esta situación, nos conformamos con la idea de asegurar, sin vacilar un punto, que esa “s” final no va allí. Es un error que podemos evitar fácilmente. Las formas correctas, tomando los mismos ejemplos, son:

Estoy seguro de que me mentiste.
Me dijiste que no me olvidarías.
Ay, vale, me dejaste con la duda.

Quizás, por el hecho de que algunas formas de conjugación del modo subjuntivo, sí requieran de una “s” final, exista algún desplazamiento que genere este error. Tal vez ésta sea una explicación un tanto más gramatical, y más próxima a su procedencia.

Bueno, por hoy ha sido suficiente. La próxima semana volveremos sobre un tema que sigue despertando el interés de algunos lectores y nos han pedido que volvamos a tratarlo. Nos referimos a las terminaciones finales en femenino y masculino.

¡HASTA LA PRÓXIMA!
Elaborado por: Isaías Cañizales Ángel