lunes, 11 de mayo de 2009

Para mi buen amigo Carlos Larangeiras, curioso espectador del fantástico mundo de la gramática castellana.


Acerca de las terminaciones en masculino y femenino.

Una sabrosa tarde de otoño santiaguero[1], nos encontrábamos un grupo de amigos conversando acerca del muy entretenido rigor que da cuenta de determinadas particularidades de nuestra lengua. Para ser más preciso: despertó en nosotros gran curiosidad el hecho de que, ahora con la repentina igualdad de géneros, a la hora de asignar cada terminación a las profesiones, pues siempre suele generarse cierta confusión. El aspecto puntual que nos ocupaba, se centraba en el hecho de si se debe considerar correcto[2] decir o escribir: la médica, la ingeniera, la jueza, la presidenta…
Sin duda alguna que muchas de estas terminaciones, suenan un tanto extrañas, pero son las que corresponden para cada caso y no sólo se usan porque tal situación sea una moda o una simple búsqueda de igualdad de géneros, sino porque esto siempre debió ser así. Veamos por qué:
En ningún momento dudamos de que la persona encargada de cuidar a otra que esté en mal estado de salud, sea el enfermero o la enfermera; quien dicta clases sea, entonces, el maestro o la maestra. De igual forma podemos distinguir entre el abogado y la abogada, a la hora de hacer coincidir en género, número y persona tanto al artículo como el sustantivo, regla básica y elemental que nos permitirá entendernos sin ningún tipo de imponderables. Sería bastante ambigua la información contenida en la siguiente oración: “abogado, le informo, que le faltan tres meses para que dé a luz a su hijo”. En este caso nos referimos a una madre que ejerce la abogacía, o al menos se tituló en esa profesión. Esto podría llevarnos a la primera conclusión: Todos sospechamos que mayoritariamente las finalizaciones en “o” y “a” son las desinencias predilectas de nuestra lengua. Eso, en parte, es cierto aunque nunca debemos perder de vista que el lenguaje es una infinita sucesión de fenómenos y por tal razón no existen reglas completamente rígidas. Don Andrés Bello lo puntualizó de forma muy precisa en el prólogo a su Gramática al señalar que: “en disímiles casos las excepciones se anteponen a la regla”. Para ilustrar estas sabias palabras y matar pasiones injustificadas, recordemos que hay formas neutras que bien pueden funcionar con artículos masculinos o femeninos independientemente de la terminación:
La joven/ El joven
La camarada/ El camarada
La pana/ El pana
La adolescente/ El adolescente

Pero volviendo a lo que nos ocupa, es nuestro interés aclarar que las variaciones entre masculino y femenino, para formar la correspondencia artículo (s) + sustantivo (s), estará supeditada, a que tal relación no genere ningún tipo de ambigüedad:
La ingeniera dijo sentirse mal, luego del examen de cuello uterino.
La jueza resbaló y su vestido quedó manchado.
La presidenta decidió no formar parte del grupo de damas salesianas.
Las abogadas se apoderaron del campeonato femenino de baloncesto.

Estas formas son gramaticalmente correctas no sólo porque ya aparezcan registradas en el DRAE, sino también porque dan sentido morfo-semántico al resto de la oración. De igual forma, es importante recordar que, médico(ca); presidente(a); abogado(a); tienen un mismo origen: el latín, lengua donde es vital determinar con precisión, las variantes de género, número y persona. Precisamente algo que hemos tratado de hacer en esta sucinta mirada al fascinante mundo de la gramática. Universo mágico y hermoso que tanto entusiasma a nuestro curioso amigo Carlos.

En un próximo texto revisaremos tres aspectos de mucho interés:
¿Qué es lo correcto en nuestra lengua?
¿Qué es lo formal?
Y, a sugerencia de mi sobrinita Karlita, auscultaremos si es válido decir o escribir “las choferas”.



Hasta la próxima…


[1] Suelo guiarme por el natural esplendor de las miradas ajenas y sé que ese día estaban, llenando al mundo de extraordinarias sonrisas, la socióloga Emily González, la politóloga Eleany Perera, y yo, que me dedico a las letras y apenas si sonrío. Ah, también estaba el pana Larangeiras. Aclaro que ignoro cómo le va a él con eso de las sonrisas. De esas no me ocupo.

[2] Sobre lo correcto en nuestra lengua, discerniremos en un próximo artículo.


Elaborado por: Isaías Cañizález Ángel
Imagen: Jennifer Barwell, Australia, 1955, Punta seca con tinta negra y tonos plateados sobre metal.