jueves, 10 de septiembre de 2009

Recorrido histórico a través de Arendt y Hobsbawm

El siguiente artículo está basado en las lecturas hechas de los autores Eric Hobsbawm y Hannah Arendt. El primero autor del libro The short twentieth century y la segunda autora de la publicación original The gap between past and future.

Sin duda para comprender nuestro tiempo es imprescindible, darle una mirada al pasado tanto lejano como inmediato. Para Hobsbawm el siglo XX llega hasta 1991 debido al suceso trascendental de la caída de la URSS, él sentencia “no puede darse por sentado el conocimiento aun de los más básicos hechos de la centuria”. Concuerdo con Hobsbawm cuando expone su balance histórico, esbozando que no estamos ya ante un mundo eurocéntrico. El mundo ha tenido un avance hacia una unidad operativa, es decir, las economías nacionales quedan limitadas a actividades de las empresas trasnacionales. Por otra parte, se desintegra la familia y las pautas de antaño que rigen las relaciones sociales se rompen, haciendo evidente la ruptura de los vínculos generacionales.

Para Arendt con una visión mucho más filosófica expone la relación de pensamiento Char – Tocqueville – Kafka. Al sugerir que tenemos una herencia sin testamento. Se le da una especial relevancia a la acción aunado a la comprensión del medio, al entendimiento que tenemos de la realidad en la que se desenvuelve el ser humano. En palabras de Hegel sería reconciliarse con el mundo real.

El tratar de conglomerar las ideas de Char, Tocqueville y Kafka brinda un fuerte diálogo entre el arte, el pensamiento y la acción, que no sólo se sujeta de simples hechos históricos, sino más bien a la familiarización entre pensamiento, discurso y razón.

Hechos que debemos recordar

Recién entrado el siglo XX una serie de alianzas y antagonismos llevaron a los países (en su mayoría europeos) a la primera guerra mundial. Luego 21 años después estaría el mundo presenciando la segunda conflagración mundial, aquí deberíamos detenernos y preguntarnos ¿por qué los gobiernos de entonces tomaron tal decisión?, ¿en realidad fue un error político o Europa se enfrentó a una crisis de recursos? Digo de recursos material, espiritual, moral.
Supongo que no tengo las respuestas precisas a tales interrogantes, sin embargo se hace necesario reflexionar al respecto para no caer en las mismas equivocaciones del pasado. Y me atrevo a comparar lo inicialmente expuesto con el planteamiento abordado por Ulrich Beck[1] en la sociedad del riesgo. Podemos evidenciar como los seres humanos se tropiezan de manera clara con un laberinto de inseguridad, es más, de autoinseguridad.

Estamos en presencia de una sociedad cada vez más industrializada, más sofisticada, no obstante atada a instituciones conservadoras lo que me hace suponer la limitación de éstas para comprender el mundo actual. En otras palabras con tecnología de avanzada y con pensamientos del siglo XIX. No entro en contradicción, una cosa es tomar el pasado como referencia para lidiar con nuestro presente y poder augurar un buen futuro y, otra cosa es estar en el presente atados al pasado.

Es por eso que Hobsbawm, de manera magistral, hace una referencia del pasado[2] cuando analiza el proceso de los países capitalistas, cuando nos rememora la repercusión conseguida por la revolución de octubre acelerando poderosamente la modernización de los países agrarios (la industrialización de los países del este europeo). Es Rusia[3] la salvadora de los países occidentales en la 2da guerra mundial, más tarde en el espacio de paz los salvaría de nuevo con sus teorías de planeación (planeación para los países del bloque socialista y, planificación llamada así por los países capitalistas). Surge una gran lucha entre estos dos grandes bloques, puesto que, el socialismo soviético emerge en la época más pujante de los países capitalistas.

Años más tarde veríamos la caída del bloque soviético. El derrumbe de esta sección no quiso decir, la desaparición de la propuesta marxista. El desgaste de los países comunistas como muchos lo llaman, se debió más que todo al surgimiento del pueblo mismo que solicitaba se le reconociera sus derechos y, recuperar su cultura que había sido destrozada por Stalin.

La transformación social de la postguerra

Marx había dicho, casi en forma profética la desintegración de los viejos valores. Se le podría sumar a dicha afirmación el hecho de no únicamente ser los valores objeto de tal desgaste, sino también la ruptura de códigos morales y de reinterpretación de las costumbres locales. Es decir, tomando de nuevo el ejemplo de los países bajo la tutela del gobierno soviético, una vez independientes comienzan a recuperar espacios perdidos por la represión estalinista a la que fueron sometidos. Si lo observamos desde otra posición y en forma retrospectiva percibimos que fue la propuesta modernista la que aplastó a la minoría, a lo heterogéneo y, es con el planteamiento postmoderno[4], que muchos confunden con el concepto neoliberal el encargado de recuperar lo local, lo heterogéneo, el realce de la minoría. Se abre una encrucijada en el camino de la humanidad. Se cae la fe religiosa, las promesas del positivismo se tambalean y la propuesta marxista se somete a revisión y es por ello la importancia de detenernos en las propuestas e hipótesis de autores como Hannah Arendt.

Discípula e influenciada por el pensamiento de Husserl y de Heidegger la llevará a reflexionar al ser. Esto la lleva a considerar que la existencia sobrepasa la esencia. Llama la atención haciendo referencia al documento en revisión el término verdad mantenido en suspenso, pensamiento y razón. ¿Qué es la verdad? Desde mi perspectiva verdades absolutas no existen, ¿quién tiene la verdad? Nos guiamos por medias verdades o lo que me atrevo a llamar realidades verificables, algo observable que se pueda comprobar. Sin embargo, esta es una afirmación creadora de controversia a la hora de discutir temas que se abordan desde la óptica de las ciencias sociales, se trata de estudiar y comprender nada más y nada menos que al individuo, que a la vez se puede transformar en sujeto.

[5]Arendt dirá: la acción que tiene un sentido para los vivos sólo tiene valor para los muertos y conclusión para las conciencias que la heredan y la cuestionan. (p. 3)
Se observa la perseverancia de Hannah Arendt en la capacidad del ser humano para la acción, la disposición de iniciar algo nuevo. Es como si nos dijera que si el hombre ha de morir, no vino sólo a eso, sino para empezar algo nuevo.

Para finalizar es importante agregar, que el pensamiento de Arendt permite ver la modernidad y reformular la idea del hombre, la ciudad y la política a partir de la reflexión que hace en los orígenes de la polis griega y la condición humana, herramientas teóricas que permiten valorar el significado de la vida individual humana y social.

Su encuentro con Marx le permitió encontrara las razones sociales de la violencia. Tres son las grandes novedades del pensamiento marxista en la opinión de Arendt (yo resaltaré dos únicamente), el trabajo es el creador del hombre y los filósofos lo que han hecho es interpretar el mundo, cuando de lo que se trata es de transformarlo. En otras palabras, el hombre ya no estará determinado por la razón como lo afirmaba el pensamiento clásico sino por el papel que el trabajo ha jugado como resultado de transformación social y humana.



Elaborado por: Ramón E. Ángel P.


[1] Ulrich Beck, hace referencia en su libro La sociedad del riesgo, como la individualización de los riesgos sociales conlleva a que los individuos entren a una etapa de miedos, culpas y conflictos. Se puede traducir esto en un riesgo constante en el que viven las personas de la comunidad global.
[2] Del pasado digo, sin embargo, es un pasado cercano. Pues el siglo XX a penas ha finalizado en la década de los 90, dando paso al año 2000 inicio del siglo XXI
[3] He dicho Rusia por ser el centro del gobierno, pero ya para 1939 se había consolidado la URSS. Un vasto territorio, abarcando desde el este de Europa hasta los confines del continente Asiático.
[4] He conversado con muchas personas y poseen la confusión de asociar neoliberalismo y postmodernismo. Les he planteado que tenemos que hacer una revisión exhaustiva de los textos de Jean Francois Lyotard Vattimo, Baudrillard, Lipovetsky
[5] Artículo la brecha entre el pasado y el futuro. Disponible en www. Mag – políticasociales.cl

jueves, 3 de septiembre de 2009

Historicidad, dominación y proyectos. Contra-historia como argumento emancipatorio.


La Historicidad Popular se convierte en dignidad insurgente

El hombre no sería hombre sin una memoria del pasado. Más aún, sólo desarrollando su sentido histórico y por virtud de su poder de poner el pasado al servicio del presente, se eleva el hombre por encima de otros animales y llega a ser hombre (Nietzsche).


Cuando nos referimos al devenir de la humanidad, nos encontramos con que los discursos históricos amalgaman y condensan de cierta forma los conflictos que se tejen en el seno de la sociedad. Una sociedad, que parece ser decapitada, por un lenguaje legitimador, que solo ha buscado el establecimiento de los dispositivos, excluyentes y de dominación por sobre una mayoría que se somete (o es sometida) y asume que lo jurídico es un estatuto de “verdad” irrefutable.



Específicamente, en el caso latinoamericano -región en la que pondremos todo nuestro esfuerzo por entender, cuestionar y replantear- visualizamos, que en la época del período colonial, los cronistas de indias en primera instancia y los documentos reales posteriormente, sentaron en papel la estructura social, tal y cómo se desarrollaron las vidas que habitaban las posesiones de ultramar. Documentos oficiales, se convirtieron en la única fuente posible para “hacer” la historia de lo que consecutivamente serían las “Repúblicas independientes” del siglo XIX. Recordemos que la “profesionalización de la historia”, se basaba en la heurística y la hermenéutica, mera interpretación de textos, oficiales por cierto. Con la clara intención de forjar una identidad nacional, que por supuesto era in-imaginada por la sociedad colonial luego de haber estado bajo el orden monárquico por más de tres siglos. Pero el afán de hacer de la historia una “ciencia”, no hizo sino tratar de des-subjetivizar (positivismo científico), un proceso que tenía intenciones claras de ordenamiento social, en donde los significantes y significados, creados por el discurso de la “historia Romana”, parafraseando al Foucault de Genealogía del racismo, formaban parte de la constante lucha por el poder. No solo para conquistarlo, sino para mantenerlo.



Aquella afirmación Rankeana, que aseguraba que el historiador debía –por ética profesional- dejar que la historia hablara por sí misma, o en todo caso, los documentos, se convirtió en la “verdad” más dudosa, la cual fue cuestionada por los historiadores de la llamada Nueva Historia que entran en escena aproximadamente a partir de finales de la década de los años 70 del siglo XX. Por ahora, nuestro problema no es discutir sobre las nuevas corrientes historiográficas. Queremos –o mejor dicho, pretendemos- hacer un acercamiento a los proyectos políticos que se han construido a través de la historia, y cómo esto derivó en un impacto a nivel ideológico en el imaginario colectivo latinoamericano.



Por alguna razón, fueron los ilustrados-intelectuales del siglo XIX, los que construyeron un imaginario nacional, que se separara de la “barbarie” del populacho. Tal es el caso por ejemplo, del Facundo de Sarmiento, el Ariel de Rodó, en Argentina y Uruguay, respectivamente, o los escritos de Juan Vicente Gonzáles o Pérez Bonalde, para el caso de Venezuela. Lo cierto es que el afán por consolidar una identidad hacia una patria naciente y convulsa, que no representaba los verdaderos intereses del pueblo, se convirtió en sí mismo en el proyecto legitimador más castrante por el que ha atravesado nuestra historia como repúblicas “independientes”. Asunto que podríamos complementar con una opinión que sobre el tema tiene Foucault, cuando afirma que: No es cuestión de referir la relativi­dad de la historia a lo absoluto de la ley o de la verdad, sino de encontrar lo infinito de la historia detrás de la estabilidad del derecho, los gritos de guerra detrás de las fórmulas de la ley y la asimetría de las fuerzas detrás del equilibrio de la justicia[1]. Es decir, más allá de los fines de gobernabilidad y “pacificación” de todo este proceso de consolidación nacional, se ha desarrollado una guerra silenciosa y vil, donde se han construido “verdades-Razones”, que tienen mucho de conflictos permanentes, y que en todos los casos, salieron victoriosos unos en detrimento de otros, que por lo general forman parte de la población más numerosa y menos pudiente.



El relato que surge de la pluma del historiador no es lo que vivieron sus protagonistas; es sólo una narración, lo cual permite ya eliminar algunos falsos problemas[2], que se han convertido en “verdades absolutas”. Por ello consideramos importante hacer referencia a la existencia de dos tipos de historia, una escrita por las elites con “H” mayúscula, y otra que subyace en el imaginario y en la memoria colectiva de la sociedad, que aquí denominaremos, historia con “h” minúscula, que se encuentra oculta o que aún está por escribirse; salvando además, que entendemos que esta puede ser una diferenciación peyorativa, pero también es un ejemplo ilustrativo de cómo las elites ven el proceso de construcción de discursos hegemónicos. Y es que no creemos que sea necesario escribirse para que se convierta en una contra-historia (la “h”), lo que si pensamos es que si no se difunde a través del arte (insurgente de por sí), o cualquier otro medio, quedará como hasta ahora, subyacente en la memoria de los pueblos.



Ahora bien, Paul Veyne se pregunta en torno al historicismo: ¿qué es lo que distingue a un acontecimiento histórico de otro que no lo es?[3], y bien podríamos decir que no es sino la subjetividad del historiador la que escoge, con finalidades específicas, de cual o tal acontecimiento es el más apropiado para justificar “causas nobles” o aberraciones por el poder. Más importante aún, ya no es el mero acontecimiento el que describe un proceso histórico, existen otros elementos que nos permiten conocer mejor el desenvolvimiento de una “realidad” social; esto no es nuevo, desde la escuela de los Annales fundada en 1929, por Bloch y Febvre, se vienen planteando nuevas formas de hacer historia.



Volvamos otra vez al tema del historicismo. Con relación a éste, Nietzsche afirma que el proceso histórico no ha terminado ni puede terminar, que la conclusión de la historia no sólo no es posible sino indeseable porque conduciría a una degeneración del hombre, y que la historia no es un proceso racional sino un proceso del todo ciego, demente e injusto[4]. De tal manera que nos encontramos ante una historia construida a sangre y fuego, llena de mentiras y sojuzgamiento, en donde la población se ve en una encrucijada jurídica, que no fue diseñada por ellos mismos, y no es más que el producto de las desigualdades que generó el mismo proyecto de modernidad. Su profundización.



Planteamientos como los que hace Salazar, Grez, Pinto, entre otros, en el caso chileno, que giran en torno al rescate de la historia popular, con la intención de resignificar la lucha de un sector de la nación, que se ha mantenido al margen del diseño de su futuro, forma parte de propuestas que se encaminan a de-construir las “verdades” que tanta opresión han causado a nuestras poblaciones. Entender que el engaño “objetivo”, que forma discursos de dominación, puede ser efectivamente contrarrestado, resaltando que la subjetividad propia de quienes tratan de hacer historia, juega un papel fundamental, recordemos que: Toda afirmación acerca de los hechos es una interpretación de los mismos[5].



La “cuestión básica” en este tema, es que no queremos, ni mucho menos pretendemos llegar a una conclusión, por el contrario intentamos abrir el debate referente a estos temas, que visualizan en sí mismo un horizonte de luchas, en contra del sistema instituido. Partimos de la premisa que la historia es un proceso de construcción permanente, no hablamos de una historia. Hay un puente histórico que dejó por a un lado los elementos que subyacen debajo, arriba y a los lados de dicho puente. Historias que existen, que urgen y claman ser re-significadas.



Para finalizar, criticamos de inmediato nuestro propio texto, que no utilizó como fuente de sustento bibliográfico autores latinoamericanos. Ello no en balde, puesto que las categorías de de-construcción utilizadas por los autores citados, forman parte de lo que denominamos, nuevas formas de construir futuro cuestionando la historia “sagrada”, que a su vez se convierte en la mayor traba, para quienes plantean superar los dispositivos de saber-verdad. De dominación. Somos sujetos históricos.


¿Cuál es nuestro proyecto?


[1] Foucault, Michel. Genealogía del Racismo. Colección Caronte Ensayos. Argentina. p. 52
[2] Veyne, Paul. Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia. Alianza Editorial. Madrid. 1971. p. 14
[3] Ibídem, p. 32.
[4] En: Strauss, Leo y joseph Cropsey (Comp). Historia de la filosofía Política. Fondo de cultura Económica. México. 1993. p. 780
[5] Ibídem. p. 783

Elaborado por: Carlos Rivas