miércoles, 19 de agosto de 2009

Riesgo, regulación y crisis del capitalismo


A propósitos de las notas económicas de David Cuevas


Cada cierto tiempo en las ciencias sociales y en el sentido común mediático hay términos que se ponen de moda. Hace unos años, durante los noventas, la palabra Globalización era con toda seguridad la de uso más corriente en las ciencias sociales, pero también un poco en eso que por costumbre solemos llamar “la opinión pública”. Y es que de algún modo, no había sociólogo ni economista, pero tampoco político ni periodista y en realidad casi cualquier persona que no se refiriera a ésta como un fenómeno evidente, independientemente que se tuviera una actitud optimista o escéptica ante sus implicaciones.


De la misma manera, hoy día, un término un poco más sombrío ocupa espacios importantes en la jerga de las ciencias sociales y económicas, pero también, a partir de la ocurrencia de no pocos fenómenos más o menos traumáticos, en el espíritu mismo de nuestros tiempos: el Riesgo. Se habla hoy incluso de la existencia de una Sociedad de Riesgo, caracterizada por los riesgos ambientales, tecnológicos, de salud y ahora también económicos o financieros. Lo particular de esta categoría, sin embargo, es que no viene sola. Sino asociada casi automáticamente a dos vocablos, uno de ellos es el de Crisis y el otro el de Regulación. De manera tal, que los tres conforman en la actualidad un eje analítico que sirve a los expertos, tanto los de izquierda como los de derecha, para explicarnos a nosotros la realidad del mundo de hoy, la de eso que por comodidad llamaremos el capitalismo global avanzado y cómo deberíamos hacer para mejorarla, si es que quisiéramos hacer tal cosa.


En el caso de la problemática ecológica esto es extraordinariamente evidente: se comienza diciendo que la tecnología asociada al modo de producción capitalista genera riesgos, los cuales se hacen tanto más peligrosos en la medida que carecemos de regulaciones efectivas. En tal medida, para evitar las crisis ecológicas que nos amenazan, lo que hay que hacer es, justamente, regular bien, de manera tal que se concluye como propuesta el conducir los modelos de desarrollos hacia estilos sustentables, sostenibles y de ser posible verdes.


Pero es tal vez en la economía, especialmente a partir de todo lo ocurrido con las finanzas mundiales, donde esta perspectiva alcanza un mayor nivel de sofisticación. En este caso, se dice que la crisis mundial es el resultado de la ambición de los inversionistas, de los riesgos asociados a la especulación financiera, pero sobre todo de la ausencia de mecanismos regulatorios que o nunca se crearon o fueron desmontados a partir del fin de los acuerdos de Bretton Woods, la popularización de los mercados de capitales globales y las privatizaciones. Si se es un poco más de izquierda, se dice también que todo esto anterior es expresión de las nuevas formas de dominación mundial del capital financiero, especialmente el norteamericano, que además utiliza todo ese capital, por lo general ficticio, para financiar sus déficit comercial y mantener su hegemonía.


Sin embargo, lo que quisiera plantear acá para la discusión es que esta explicación tan convincente y por lo demás acertada en los fenómenos que describe, implica al menos un problema: que en el momento en que asumimos la trinidad Riesgo – Crisis – Regulación para explicarnos los males del capitalismo contemporáneo, estamos aceptando las coordenadas ideológicas que éste nos impone. Aceptamos, incluso de modo inconciente, que el capitalismo tiene crisis, y que estas crisis se pueden evitar si se regulan bien sus riesgos asociados.


En base a lo anterior, pareciera más sensato plantearse una vuelta a lo básico capitalista, entendiendo por tal el asumir que el capitalismo más que generar riesgos por excesos se caracteriza por establecer a priori un orden de vida precario en la medida en que funciona en base a una lógica interior bien definida: la lógica de la acumulación del Capital. Por esta razón, carece de todo sentido plantearse modelos de desarrollo “sustentables” o que “respondan a los intereses humanos” en los marcos de una economía capitalista. Pues por más regulada que ésta sea, por más que se quiera poner al servicio de la sociedad, la lógica inmanente que termina imponiéndose es la del Capital.


Así las cosas, lo que solemos llamar entonces “crisis del capitalismo” no sería por tanto una crisis sino algo muy distinto, y si se quiere peor: un ajuste en los regímenes de acumulación a través de los cuáles se efectúa el Capital. En tal virtud, como bien demuestra el caso actual, la crisis del régimen es a la postre el triunfo del Capital y la instauración de un nuevo régimen también temporal que después será reemplazado por otro más. En este sentido, las medidas recientemente anunciadas por Obama y las que ya de hecho se han venido aplicando en Europa o el renovado protagonismo del FMI, aparecen como señales claras de los acomodos necesarios ocurridos en la maquinaria capitalista para seguir funcionando mejor, a expensas de la humanidad.



Elaborado por: Luis Salas.