jueves, 18 de junio de 2009

Hoy más que nunca sigue viva la "Maldición de Malinche"


La asquerosa mentira republicana comienza a mostrar las costuras de su tejido hegemónico


Se nos hace, de verdad, un poco difícil explicar lo incongruente que se ha convertido el discurso moderno que vociferan los Estados Nacionales de América Latina. Los postulados de sus discursos son demasiado bellos, con una estética impecable, con una filantropía que ablanda corazones apelmazados en la ignorancia, pero también con un descaro tal que nos hace a todos culpables, por mudos y ciegos ante tan ruin mentira. No importa, eso no es mucho problema, hemos estado durante siglos tratando de exterminarlos, incluso, creamos Repúblicas, para ciudadanos “civilizados”, amos y señores, que leen y escriben bonito, y que por medio de la cooptación hemos tratado, desde el estrado del poder, incorporar a los que habitaron esto que ahora se llama America; ha sido verdaderamente fabulosa la implantación de proyectos organizacionales trasladados de Europa, que desde las independencias Latinoamericanas no ha producido sino frutos modernizadores, cuestión de la que nos vanagloriamos quienes merodeamos por las esquinas de concreto de las ciudades latinoamericanas.


Hagamos un ejercicio sencillo para no hacer de este texto una pesadilla dolorosa. ¡Pongámosle música! O por lo menos hagamos mención a fragmentos de cualquier canción de algún cantor Latinoamericano. Vamos a ver como resulta la experiencia de analizar, lo que pareciera ser un grito de indignación tal, que si tuviéramos respeto verdadero por nosotros mismos, por los menos aceptaríamos que somos los invasores que continúan el proyecto iniciado por Colón en 1492. Escogimos, para ilustrar el texto, la canción de Gabino Palomares y Amparo Ochoa que se titula “LA MALDICIÓN DE MALINCHE”, que hace referencia además a la traición histórica que catapultó a Hernán Cortéz como dominador absoluto del impero Mexica[1].


“Del mar los vieron llegar, mis hermanos emplumados, eran los hombres barbados que la profecía esperaba. Se oyó la voz del monarca, de que el dios había llegado y les abrimos la puerta, por temor a lo ignorado. Iban montados en bestias, como demonios del mal, iban con fuego en las manos y cubiertos de metal. Solo el valor de unos cuantos les opuso resistencia y al mirar correr la sangre se llenaron de vergüenza. Por que los dioses ni comen, ni gozan con lo robado y cuando nos dimos cuenta ya todo estaba acabado[2]”. Así inicia la canción a la que hacíamos referencia en el párrafo anterior, y que nos permitiremos tomar de base para el desarrollo de este texto. Por un lado, ya sabemos lo trágico que ha sido la historia de los pueblos originarios de Nuestra América, y cuando digo Nuestra América, digo a la que pertenecen los ciudadanos “civilizados”, de mall y discotecas. Por el otro, en la última década, mejor dicho, la entrada al siglo XXI, se ha desenvuelto abanderado de la integración definitiva de todas las culturas y etnias latinoamericanas al proyecto del Estado-Nación, que “reconoce por fin”, la existencia y el otorgamiento de ciudadanía en cuanto lograron convertirse en sujetos de hecho y de derecho.


Nosotros, avanzamos, mejoramos y nos planteamos revoluciones porque reconocemos los derechos a los indígenas. Les decimos, “ahora ustedes son parte de la nación”, los sometemos de esta manera a las fronteras que se crearon durante la colonia y que heredamos hoy día, olvidando que para estas etnias el término FRONTERA, no es sino una cosa rara que rompe de cierta manera con sus espacios naturales de subsistencia.


En Chile, por ejemplo, en las riberas del lago Lleu-Lleu, se desarrolla desde un tiempo atrás, un conflicto entre las fuerzas del Estado y algunas comunidades Mapuches, la zona incluso se encuentra militarizada, porque “los violentos salvajes”, ponen en peligro la estabilidad de la nación. Es que la historiografía chilena se equivocó solo un poco, cuando denominó el conflicto contra las Etnias originarias, durante el siglo XIX, “pacificación de la Araucanía”, hoy más que nunca la rebeldía está presente entre quienes se niegan vivir bajo las leyes occidentales, con su lógica depredadora y su “cooptación”, que abre la brecha de las desigualdades sociales, permitiendo que unos pocos se adueñen de los espacios naturales en los que históricamente se ha desenvuelto la vida cotidiana de estos indígenas. Pareciera un irrespeto de nuestra parte, por seguir con el proyecto histórico del exterminio, o de parte de ellos, por no dejar que se exploten los recursos naturales que están en esas regiones, y que puede incluso beneficiarlos con alguna política pública que se maneje bajo la lógica del “chorreo”. También puede que esto sea un conflicto entre proyectos políticos, tal y como asegura Luís Llanquilef, sociólogo Mapuche: “El mundo indígena y el occidental son como dos universos que se miran pero que nunca se hablan”.


De asesinos y delincuentes, de salvajes y “anomios”, miles de acusaciones justificadas para quienes no quieren aceptar el supuesto triunfo de occidente, que tiene al sistema de acumulación neoliberal, como el modelo ejemplar para que nuestros países alcancen la tan ansiada vía al desarrollo, a costa solamente de abrir nuestras fronteras al extranjero y que desde afuera se disponga de los recursos naturales de la región, mientras que las multinacionales nos ofrecen empleo y “más chorreo”. De tal manera que: se nos quedó el maleficio, de brindar al extranjero nuestra fé, nuestra cultura, nuestro pan, nuestro dinero. Hoy les seguimos cambiando, oro por cuentas de vidrio y damos nuestra riqueza, por sus espejos con brillo. Aunque definitivamente, son los que lograron consolidar su proyecto moderno de organización republicana, los que lideran tan absurdo intercambio.


En la amazonía peruana no ocurre cosa muy diferente, el conflicto con los indígenas que se niegan a abandonar sus espacios de convivencia y subsistencia, se agudiza ante la reacción de un gobierno que no se detendrá en sus intensiones de instaurar una política rentista que favorezca los intereses trasnacionales, pero que se propone muy, pero muy en el fondo, extraer los recursos que se encuentran en el subsuelo con el fin de mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos de la república. ¿Pero de qué ciudadanos, los de qué clase? Todo esto forma parte del TLC, firmado con los Estados Unidos (el de Bush y Obama), que forma parte a su vez del proyecto gubernamental del presidente García, quien además acusa a Chávez, Evo y específicamente a sus contrincantes políticos peruanos, de ser los verdaderos culpables del conflicto en cuestión, dejando de lado la responsabilidad que sobre el tema tiene las políticas que pretende aplicar por sobre los intereses de la población.


El mismo García afirmaba que, la “Vergüenza caiga sobre los políticos que incapaces de convencer en las ciudades han ido a buscar en el fondo de la selva la barbarie para oponer al pueblo sobre el Estado”[3]. El jefe del Estado reiteró también, que existe una “conspiración permanente” de grupos radicales “con inspiración externa” que busca detener el avance económico del país[4]. Nosotros decimos que gobiernos como estos demuestran la verdadera intención que se esconde tras las repúblicas occidentales, que asegura que “todo es de todos y nada de ellos”. Pero no importa, los toques de queda les permite ocultar a los medios, que se prestan a la mentira, la cantidad de indígenas muertos que arrojan a las riberas de los ríos.


Lo que nos calma un poco la ira de tanta injusticia son dos cosas, por un lado que mañana se nos olvidará el tema y que no profundizaremos en el asunto, por el otro que los dos ejemplos mencionados no escandalizan mucho, por formar parte de las políticas neoliberales que se implementan en esos modelos económicos, que introducen a estos países al encanto de la tierra prometida propuesta por el “consenso de Washington”. Lo que nos aterra, es que en la Venezuela, que pretende enfilar sus fuerzas políticas y sociales hacia la construcción del manoseado y desconocido socialismo del siglo XXI, la contienda con los indígenas no causa sino una vergüenza mayor.


La Comisión Nacional de Demarcación de las Tierras y Hábitat de los Pueblos y Comunidades Indígenas, se cree un órgano socialista porque benévolamente establece los límites a los cuales deben estar sujetos el pueblo Yukpa de la sierra de Perijá. Un espacio “acorde para su subsistencia”, que no interfiera además con la “socialista explotación” de carbón, que como en las experiencias anteriormente señaladas, el Estado se convierte en un hambriento devorador de los recursos naturales.


Otorgarle títulos de propiedad a las poblaciones originarias es verdaderamente ridículo, lo mejor debería ser sincerarnos y decir que no somos filántropos de la vida. La discusión está vigente, la historia la seguimos escribiendo nosotros, mientras aquellos raros salvajes, que se niegan a morir, siguen poniéndole trabas a nuestro proyecto modernizador. El objetivo de estas líneas, era dilucidar una realidad, que no tiene nada de agradable y mucho de alarmante; dejamos por ende, que sea la canción referida la que cierre este dialogo, que se propuso ilustrar, pero que la vergüenza de no hacer nada nos hace cómplice de un proyecto que no permitirá la entrada de nadie más.


Oh! Maldición de Malinche, cuando dejaras mi tierra, cuando harás libre a mi gente.

[1] Denominación antropológica de los conocidos Aztecas.
[2] Todas las cursivas hacen mención a la letra de la canción en cuestión.
[3]Tomado de:

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por comentarios ateriores con intenciones malsanas e insultantes, lo cual demuestra un aparente mal uso del blog, generando cadenas de comentarios poco provechosas para el debate, los mismos ahora serán (de manera forzada) revisados y discriminados por el Vocero a cargo de la administración del blog.