sábado, 16 de mayo de 2009

Lo formal y lo correcto. Karlita y sus batallas contra la gramática.

Consideramos pertinente agradecer a todas las personas que nos han brindado su apoyo, sus comentarios y sus particulares apreciaciones, acerca de esta intención de dar vida a un espacio que nos permita revisitar esos escenarios donde la duda antecede a la certeza y el error nos provoca cierto estupor. Todos aquellos que estamos envilecidos por la indomable belleza de la gramática, siempre apostamos por la búsqueda de una posible explicación para cada caso, para cada respuesta que salta sin el convincente y respectivo análisis. Cualquier texto[1], por extraordinario que sea su contenido, se verá empañado cuando los más elementales rigores de nuestra lengua hayan sido vilipendiados. No se trata, como erróneamente pudiera pensarse, de una iracunda defensa de la llamada lengua culta o de la insostenible alegoría por cierto puritanismo a la hora de desenfundar las palabras. Nuestra limitada pretensión se circunscribe a esos ejercicios cotidianos a los que todos estamos expuestos. Esa es la primigenia voluntad sobre la cual reposarán estas líneas.

Lo formal y lo correcto.

En disímiles ocasiones se confunde lo formal con lo correcto. Esto casi siempre sucede porque suele pensarse que la posible formalidad de un texto, lo alejará de cualquier improperio agramatical. Por esplendoroso que parezca el uso de determinadas formas, no siempre se está exento de cometer algunas atrocidades que involucran, entre otros escenarios, lo morfológico, lo sintáctico y, como es natural, lo semántico-conceptual. Veamos algunos ejemplos para tener una mayor claridad sobre lo que enunciamos:
En esta exhaustiva investigación, hemos trabajado, los doctores Umile Aldana, Felipe Escalante, Carlos Bernal y mi persona.
Doy certeza de que todas las personas involucradas en el accidente salieron ilícitas, aunque habemos algunos con ciertos hematomas.
Nadie puede negarlo: ahora es más fácil accesar a Internet.
Creo que a grosso modo esta es la síntesis que puedo mostrar.
Vas, hablas con Eleany, la joven de la indescifrable sonrisa, y aperturas la cuenta.
Leí, en la prensa, que habían muchos árboles caídos.
En relación a este informe, todo parece perfecto.

Cada una de estas sencillas oraciones, contiene algunas de las más frecuentes incongruencias utilizadas, ya sea en el escenario de la escritura o de la oralidad. Más allá de sopesar si incurrimos en estas fallas, es necesario advertir que las mismas son una suerte de primer eslabón para la incursión en los resbaladizos estamentos de las anomalías gramaticales. El uso de estas formas terminan fortaleciendo no sólo un nefasto circunloquio de incoherencias sino que también han venido a instaurase como correctas, o al menos así lo consideran quienes usan a mansalva tales improperios. Es frecuente leerlas y sobre todo escucharlas en distintos ámbitos. Por lo general son estos espacios en donde adquieren cierta validez. Como es lógico, resulta imposible pensar que elaboremos un muestrario más amplio que nos permita revisar las tantas desviaciones escritas o escuchadas a diario. Esta lacónica lista sólo pretende ver el posible error en el que podemos incurrir. En la lista anterior podemos observar, principalmente, el indebido uso de:
“mi persona” (atrocidad muy frecuente en disímiles ocasiones)

En este caso, lo correcto sería simplemente escribir o decir: “los doctores y yo”. Nada más. No hay que complicarse tanto, pues la utilización de “mi persona” conduce a una innecesaria redundancia. Por amor a Cristo, no usen, no utilicen, no escriban, no digan “mi persona”. De igual manera, aunque parezca un chiste de mal gusto la sustitución de “ilícitos” por “ilesos”, da cuenta de un desafinado oído que pretende suplantar un campo semántico por otro. Incurriendo en la ruptura del posible entendimiento. Eso sucede cuando, si saber qué significa una palabra, pretendemos utilizarla para que le dé brillo a nuestros textos. Un brillo que termina siendo una nefasta sombra, pues debemos tener cuidado y siempre, no duden de ello, será más confiable la opción de utilizar las palabras que conocemos a cabalidad. “Accesar y aperturar” son sustantivos que han desembocado en injustificadas formas verbales. Es frecuente que ocupen el lugar de las gramaticalmente correctas, “acceder” y “abrir”. De la misma familia podemos leer o escuchar: “agendar”, y otra aún más escabrosa: “adecentar”.

Como podrán notar, la lista es infinita y por esa razón es prácticamente imposible auscultar cada caso. De nuestras oraciones también ha faltado la explicación para el uso indebido de “habemos”, el plural de “habían”, y los ejemplos donde se usa, de forma equívoca, una preposición por otra. Sobre ellas volveremos en el próximo número. De igual forma nos queda pendiente la interrogante planteada, por Karlita, mi sobrina, respecto a si es correcto atribuir un femenino al sustantivo “chofer”. Pero el tiempo medido en palabras siempre resulta una indescifrable ecuación de inescrutables caminos. Así que, a trabajar para resolver esos asuntos lo más pronto posible. Esos asuntos que dan cuenta del fascinante mundo de juntar, con cierta coherencia, algunas palabras.


¡HASTA LA PRÓXIMA!


[1] Cuando hacemos mención de la tipología “Texto”, hacemos referencia principalmente a la realización escrituraria de la lengua. Estaremos, en consecuencia, dando cuenta de prerrogativas relacionadas con el ejercicio de la escritura. Cuando corresponda al habla, es decir, a la oralidad, esto será señalado para evitar caer en innecesarias confusiones.

4 comentarios:

  1. ¡Excelente!
    y es que cada día le abrimos paso a la deformación de la lengua

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  2. Estupendo Isaías, gracias por darnos una lección en cada uno de tus escritos, "peor intento es el que no se hace", así que nunca dejes de intentar ayudarnos a ser correctos al hablar y al escribir.Erika Luque

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  3. Gracias, compañeras. Espero que este pequeño esfuerzo sirva para algo. La intención no es otra que seguir cultivando las cosas sabrosas de nuestra lengua.
    Un abrazo para ambas.

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  4. Excelentes escritos mi pana, muy agradable leer tus artículos, sigamos adelante y no desmayemos en la lucha. Ramón Ángel

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